Diferencia entre voto en blanco, nulo, y abstención
Paco Bello | Iniciativa Debate | 10/04/2013
Como casi todo, este es un asunto
bastante sencillo que parece verse complicado por opiniones de lo más
variadas. Pero una cosa son las opiniones, otra es la oportunidad, y por
último están los hechos. Vamos a tratarlo todo, pero empezando por lo
verdaderamente importante:
Voto en blanco
Aunque parezca baladí, hay que decir que
el voto en blanco en el Estado español es votar introduciendo un sobre
vacío (no me machaquéis, nadie tiene la obligación de saberlo, y de
hecho, y eso honra a quien lo hace: lo han preguntado).
El voto en blanco es considerado un voto
válido y por tanto computable para el escrutinio. Lógicamente también
es computable para las estadísticas de participación.
¿Beneficia o perjudica a alguien directamente?
A mayor número de votos en blanco,
mayores son los requisitos (en cantidad de votos necesarios) para que
los partidos minoritarios alcancen el 3% exigido por Ley para lograr
representatividad.
También afecta a los partidos pequeños
que sí logran alcanzar ese 3%, porque aumenta el número de votos
necesarios para conseguir cada escaño, especialmente con un sistema como
el D’Hondt que es el aplicado en España.
Voto nulo
Es voto nulo en el Estado español todo
aquel voto que contenga en el sobre algo diferente a una única papeleta
electoral o nada. Por aclararlo, si quieres votar nulo, mete dos
papeletas en el sobre, o una loncha de chorizo, o un dibujo, o cualquier
cosa que no sea una única papeleta válida.
El voto nulo es considerado un voto “no
válido” y por tanto no es computable para el escrutinio. Sí computa en
las estadísticas de participación.
¿Beneficia o perjudica a alguien directamente?
La única repercusión que tiene este voto es a nivel estadístico de participación.
Abstención
La abstención es únicamente el acto de no votar, de no participar con el voto.
Es computable en la estadísticas como abstención: “no participación”.
¿Beneficia o perjudica a alguien directamente?
No tiene influencia en el resultado de los comicios.
Hasta aquí los hechos. Ahora las interpretaciones.
Encontramos opiniones para todos los gustos, y todas son respetables.
Hay quien defiende la validez reflexiva y
cívica del voto en blanco, y critica tanto el voto nulo como la
abstención. La lógica dicta pensar que el voto en blanco es la opción de
las personas que defienden el sistema (participando en él, como también
lo hacen los incondicionales del voto nulo), pero mandando un mensaje
claro de aversión a las opciones existentes. Sus partidarios críticos
respaldan esta práctica haciendo una diferenciación con el voto nulo,
pues este último no es distinguible en las estadísticas de un defecto de
forma. A esto habría que decir que tampoco lo es el voto en blanco, y
que como en todas las opciones la interpretación dependerá siempre de la
diferencia estadística por comparación. Si una tendencia histórica nos
muestra un 1X y de repente se convierte en 4X, ya no hace falta
interpretar nada, porque la interpretación viene dada.
Con la abstención ocurre exactamente lo
mismo, pues en condiciones de estabilidad en las proporciones
estadísticas tradicionales no es posible distinguir al “abstencionista
de protesta” con el apático o desvinculado, pero sabemos que una
variación extrema lleva el mensaje en sí misma.
Todo indica que nos encontramos en uno de esos momentos excepcionales. Ahora deberíamos preguntarnos qué queremos hacer.
El momento es excepcional para la abstención,
y no para el voto blanco o nulo. Llevamos mucho tiempo buscando algo
que tengamos en común y que nos una: ya lo tenemos. No es mucho, desde
luego; pero puede dar paso a un movimiento que hasta ahora se hacía
impensable. Podemos por tanto unirnos a algo que ya va a ser sonado, o
limitar su efectividad (una efectividad que sí tendrá) votando en blanco
o nulo, y perjudicando así, además, aunque no tenga demasiada
importancia, a los partidos minoritarios.
Dicho esto: si estuviéramos asistiendo a
la emergencia (la previsión inequívoca de vencer por mayoría o de
sentar las bases para hacerlo) de un partido con la intención de
transformar por completo este injusto y caduco sistema, abogaría sin
duda por apoyarlo, pero hoy, de momento, no se da el caso. Además, como
mucha otra gente, me considero un antisistema (anti “este” sistema), y
no favoreceré su perpetuación con mi participación en sus ridículas
concesiones “democráticas”. Y tampoco, como en otras ocasiones, haré el
esfuerzo ético de saltarme una convicción para favorecer a un pequeño
partido que, en el mejor de los casos, no logrará nada práctico, y en el
peor de los casos aprovechará la coyuntura para acabar viviendo del
cuento.
Sé que este tipo de afirmaciones
molestan en ciertos círculos integrantes o cercanos a propuestas
políticas, algunas de las cuales cuentan con mi simpatía. Pero no
escribo para gustar, sino para expresar mi opinión, poner mi grano de
arena para cambiar las cosas, y si me es posible, ofrecer argumentos que
puedan ser útiles. Sé también que algunas de esas personas a las que me
refiero huyen de la confrontación de ideas, y que cuando han
intervenido (recuerdo ahora mismo una eurodiputada y a un diputado,
entre otras), no han contestado a las réplicas. Y entiendo muy bien la
razón en la que se amparan para ello, por eso tampoco ahora espero que
nos deleiten con su presencia en los comentarios, por mucho que sepan lo
respetuosos que solemos ser en este rincón de la red. ¿Habrá suerte en
esta ocasión?
No lo creo. Pero haremos algo igualmente interesante: debatiremos entre nosotr@s.
[Actualización mayo 2014] Han pasado
muchas cosas en algo más de un año, que es el tiempo que tiene este
artículo, y hoy sí existen otras opciones para valorar antes de tomar
una decisión, aunque esto no signifique cambiar de opinión. En el
siguiente enlace podéis acceder a las entrevistas que estaremos haciendo
hasta el día 25 a candidatos y/o portavoces de todas esas formacione
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