Historia de las Fallas de Valencia
Historia de las Fallas de Valencia

Las Fallas son un ritual de fuego. A lo
largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido rituales
que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la
renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es
normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para
conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que
representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La
teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de
una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en
recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a
su patrón, San José, el 19 de marzo.<br />
También se dice que las fallas provienen de los fuegos que se
encendían al principio del solsticio de verano, los cuales adoptó el
cristianismo dedicándolos a santos situados en esas fechas del año, como
el santo antes mencionado. Esto podría explicar el gran componente
pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector apoya la versión del “ninot
de mitja Quaresma” (muñeco de media Cuaresma) o “parot”, según la cual
las fallas nacen de la costumbre de lanzar un muñeco que representa a
Lutero, Judas u otro personaje, a la hoguera. Esta teoría explicaría la
existencia de figuras en las fallas y el carácter censor y satírico de
los monumentos.
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de
estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad
del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época
surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los
monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos
sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que
la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San
José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma
noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la
que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se
acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran
una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de
cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar.
Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos
viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a
ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a
16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se
implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación
que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas
evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos
directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día
19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que
los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del
momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar
monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872.
Además, hacia 1851 se instaura la Las Fallas son un ritual de fuego.
A lo largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido
rituales que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la
renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es
normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para
conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que
representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La
teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de
una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en
recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a
su patrón, San José, el 19 de marzo. También se dice que las fallas
provienen de los fuegos que se encendían al principio del solsticio de
verano, los cuales adoptó el cristianismo dedicándolos a santos situados
en esas fechas del año, como el santo antes mencionado. Esto podría
explicar el gran componente pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector
apoya la versión del “ninot de mitja Quaresma” (muñeco de media
Cuaresma) o “parot”, según la cual las fallas nacen de la costumbre de
lanzar un muñeco que representa a Lutero, Judas u otro personaje, a la
hoguera. Esta teoría explicaría la existencia de figuras en las fallas y
el carácter censor y satírico de los monumentos.<
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de
estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad
del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época
surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los
monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos
sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que
la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San
José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma
noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la
que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se
acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran
una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de
cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar.
Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos
viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a
ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a
16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se
implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación
que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas
evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos
directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día
19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que
los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del
momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar
monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872.
Además, hacia 1851 se instaura la censura sobre las fallas para
controlar la crítica política, social y moral de los monumentos. Estas
presiones consiguieron la desaparición definitiva de las fallas de
trastos viejos y que en 1866 no se plantara ningún monumento.
Pero la fuerza de los vecinos y de los medios de comunicación
consiguió una buena rebaja de los impuestos a las fallas, lo que, unido a
la creación de los premios a los mejores monumentos por parte de la
revista “El Traca”, hizo que en 1887 la tradición volviera con potencia,
ya que ese año se plantaron 29 fallas.
Al final del siglo XIX, esta ya era la fiesta más popular de Valencia.
El número de fallas creció y empezaron a plantarse en muchos pueblos.
Comenzaron a hacerse más grandes, más acabadas, con nuevos materiales.
En este contexto, la sociedad cultural Lo Rat Penat propuso la creación
de premios a las mejores fallas, y el Ayuntamiento aprobó su creación en
1901.
Los años 30 fueron el momento en que la fama de las fallas comenzó a
conseguir un nivel nacional e internacional. En 1927 se reunió la
Asamblea Pro-Fiestas de San José para coordinar y fomentar la fiesta.
Con el impulso de esta asamblea, el consistorio incrementó el dinero de
los premios a las fallas y las dividió en dos secciones según su coste.
La semana fallera se amplió en 1928 , y se adelantó la “plantà” a la
noche del 16. Ese año se crea el Comité Central Fallero, preludio de la
Junta Central Fallera. Entre los actos que constituyó este comité se
encuentran la “Cridà”, la Exposición del “ninot”, la “Nit del Foc”
(noche del fuego), las cabalgatas y la elección de once Bellezas
Falleras y una Reina de las Fallas, antecedentes de la Fallera Mayor de
Valencia y su Corte de Honor.
La Guerra Civil trastocó completamente la fiesta, pero al acabar el
conflicto el nuevo consistorio decidió reconstruirla. Así, reunió a los
presidentes y secretarios de las comisiones falleras supervivientes para
fundar en 1939 la Junta Central Fallera para coordinar las fallas. Aquí
comenzó, lógicamente, un nuevo periodo de censura en los temas
falleros, en el que no era recomendable hacer alusión al sexo no crítica
política. El Ayuntamiento incorporó nuevos actos como la Fiesta de la
Clavariesa, precedente de la Ofrenda a la Virgen. Por los años 40 se
montaron las primeras comisiones falleras modernas, con presidente,
directivos, fallera mayor, estandarte y demarcación. Los falleros
pasaron de reunirse en bares o locales a hacerlo en barracas. La Junta
Central Fallera crea la sección especial para los premios y la
delegación de infantiles, y obliga a que toda infantil esté ligada a una
grande.
A partir de los años 50, las fallas crecen espectacularmente en número
de visitantes y en volumen económico. En esta década, la “Nit del Foc”
pasa del 16 al 19 de marzo y la Junta Central Fallera crea el actual
traje negro de fallero.
En los 60, las comisiones falleras ya usan el “casal” como lugar de
reunión. El número de comisiones subía casi sin pausa desde 1960,
llegando a superar las 200 en 1969. Se consolidan la sección infantil y
la femenina dentro de las comisiones y los falleros en general eran cada
vez más (28.000 en 1970, mientras que en 1959 eran sólo 6.000). Las
dimensiones de las construcciones eran cada vez más grandes, y comienzan
a destacar las fallas de Na Jordana, el Pilar, la Merced y Convento
Jerusalén- Matemático Marzal, entre otras.
Con la llegada de la democracia los políticos pasaron a convertirse en
“ninots” con asiduidad. Los castillos de fuegos artificiales dejaron de
hacerse en la Plaza del Ayuntamiento en 1987 y pasaron al cauce del Río
Túria donde hay más espacio. La “plantà” pasó a realizarse la noche del
15 de marzo y la “Nit del Foc” la del 18. El resto de la historia de las
fallas lo siguen haciendo los falleros, que hacen todo lo posible para
adaptar la fiesta a los nuevos tiempos.
Historia de las Fallas de Valencia
Las Fallas son un ritual de fuego. A lo
largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido rituales
que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la
renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es
normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para
conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que
representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La
teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de
una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en
recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a
su patrón, San José, el 19 de marzo.
También se dice que las fallas provienen de los fuegos que se
encendían al principio del solsticio de verano, los cuales adoptó el
cristianismo dedicándolos a santos situados en esas fechas del año, como
el santo antes mencionado. Esto podría explicar el gran componente
pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector apoya la versión del “ninot
de mitja Quaresma” (muñeco de media Cuaresma) o “parot”, según la cual
las fallas nacen de la costumbre de lanzar un muñeco que representa a
Lutero, Judas u otro personaje, a la hoguera. Esta teoría explicaría la
existencia de figuras en las fallas y el carácter censor y satírico de
los monumentos.
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de
estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad
del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época
surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los
monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos
sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que
la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San
José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma
noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la
que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se
acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran
una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de
cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar.
Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos
viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a
ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a
16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se
implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación
que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas
evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos
directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día
19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que
los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del
momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar
monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872.
Además, hacia 1851 se instaura la Las Fallas son un ritual de fuego.
A lo largo de toda la historia de la humanidad, siempre ha habido
rituales que tenían como protagonista este elemento porque simboliza la
renovación: destruye las cosas viejas para dejar sitio a las nuevas. Es
normal ver por las costas mediterráneas que se enciendan hogueras para
conmemorar la entrada del solsticio de verano, o para quemar muñecos que
representan personajes rechazados por el vecindario.
El origen de las Fallas todavía no se ha resuelto con exactitud. La
teoría que más se escucha a nivel popular es la que dice que derivan de
una costumbre que tenían los ebanistas valencianos, consistente en
recoger toda la madera que les sobraba para hacer una hoguera en honor a
su patrón, San José, el 19 de marzo. También se dice que las fallas
provienen de los fuegos que se encendían al principio del solsticio de
verano, los cuales adoptó el cristianismo dedicándolos a santos situados
en esas fechas del año, como el santo antes mencionado. Esto podría
explicar el gran componente pagano de la fiesta. Finalmente, otro sector
apoya la versión del “ninot de mitja Quaresma” (muñeco de media
Cuaresma) o “parot”, según la cual las fallas nacen de la costumbre de
lanzar un muñeco que representa a Lutero, Judas u otro personaje, a la
hoguera. Esta teoría explicaría la existencia de figuras en las fallas y
el carácter censor y satírico de los monumentos.
No hay constancia documental del momento exacto de la aparición de
estas fiestas populares. Las primeras noticias son de la segunda mitad
del siglo XVIII, cuando la fiesta ya estaba consolidada. En esta época
surgieron diversas leyes municipales que regulaban la ubicación de los
monumentos para evitar incendios. Ya en el siglo XIX, los documentos
sobre fallas se hacen más frecuentes.
Pero, no obstante, la fiesta fallera de aquel entonces no era igual que
la actual. Las fiestas se consideraban fiestas de la víspera de San
José; se plantaban la mañana del 18 de marzo y se quemaban la misma
noche. Su estructura simulaba un teatro: una tarima de madera sobre la
que se ponían varios “ninots” que representaban una escena, la cual se
acompañaba de carteles explicativos. Los “ninots” de aquella época eran
una estructura de madera vestida con ropa auténtica y con máscara de
cartón, mientras que ahora son completamente de cartón-piedra o similar.
Además de las fallas “monumento” también había otras hechas con trastos
viejos.
A partir del último tercio del siglo XIX, la fiesta comienza a
ampliarse. El número de fallas oscilaba de año en año, de una en 1852 a
16 en 1872. A partir de 1866 la pirotecnia se hace más presente, se
implantan las “despertaes” y aparecen algunos “llibrets” (publicación
que edita cada falla). Los grupos de vecinos que hacen fallas
evolucionan y surgen las primeras comisiones falleras con cargos
directivos. Desde 1873 se fue implantando poco a poco la “cremà” el día
19 por la noche, pero la “plantà” no se trasladó a ese día, con lo que
los festejos pasaron a durar dos. No obstante, el ayuntamiento del
momento dificultaba la fiesta obligando a pedir permiso por plantar
monumentos (1851) e incluso cobrando impuestos por hacerlo desde 1872.
Además, hacia 1851 se instaura la censura sobre las fallas para
controlar la crítica política, social y moral de los monumentos. Estas
presiones consiguieron la desaparición definitiva de las fallas de
trastos viejos y que en 1866 no se plantara ningún monumento.
Pero la fuerza de los vecinos y de los medios de comunicación
consiguió una buena rebaja de los impuestos a las fallas, lo que, unido a
la creación de los premios a los mejores monumentos por parte de la
revista “El Traca”, hizo que en 1887 la tradición volviera con potencia,
ya que ese año se plantaron 29 fallas.
Al final del siglo XIX, esta ya era la fiesta más popular de Valencia.
El número de fallas creció y empezaron a plantarse en muchos pueblos.
Comenzaron a hacerse más grandes, más acabadas, con nuevos materiales.
En este contexto, la sociedad cultural Lo Rat Penat propuso la creación
de premios a las mejores fallas, y el Ayuntamiento aprobó su creación en
1901.
Los años 30 fueron el momento en que la fama de las fallas comenzó a
conseguir un nivel nacional e internacional. En 1927 se reunió la
Asamblea Pro-Fiestas de San José para coordinar y fomentar la fiesta.
Con el impulso de esta asamblea, el consistorio incrementó el dinero de
los premios a las fallas y las dividió en dos secciones según su coste.
La semana fallera se amplió en 1928 , y se adelantó la “plantà” a la
noche del 16. Ese año se crea el Comité Central Fallero, preludio de la
Junta Central Fallera. Entre los actos que constituyó este comité se
encuentran la “Cridà”, la Exposición del “ninot”, la “Nit del Foc”
(noche del fuego), las cabalgatas y la elección de once Bellezas
Falleras y una Reina de las Fallas, antecedentes de la Fallera Mayor de
Valencia y su Corte de Honor.
La Guerra Civil trastocó completamente la fiesta, pero al acabar el
conflicto el nuevo consistorio decidió reconstruirla. Así, reunió a los
presidentes y secretarios de las comisiones falleras supervivientes para
fundar en 1939 la Junta Central Fallera para coordinar las fallas. Aquí
comenzó, lógicamente, un nuevo periodo de censura en los temas
falleros, en el que no era recomendable hacer alusión al sexo no crítica
política. El Ayuntamiento incorporó nuevos actos como la Fiesta de la
Clavariesa, precedente de la Ofrenda a la Virgen. Por los años 40 se
montaron las primeras comisiones falleras modernas, con presidente,
directivos, fallera mayor, estandarte y demarcación. Los falleros
pasaron de reunirse en bares o locales a hacerlo en barracas. La Junta
Central Fallera crea la sección especial para los premios y la
delegación de infantiles, y obliga a que toda infantil esté ligada a una
grande.
A partir de los años 50, las fallas crecen espectacularmente en número
de visitantes y en volumen económico. En esta década, la “Nit del Foc”
pasa del 16 al 19 de marzo y la Junta Central Fallera crea el actual
traje negro de fallero.
En los 60, las comisiones falleras ya usan el “casal” como lugar de
reunión. El número de comisiones subía casi sin pausa desde 1960,
llegando a superar las 200 en 1969. Se consolidan la sección infantil y
la femenina dentro de las comisiones y los falleros en general eran cada
vez más (28.000 en 1970, mientras que en 1959 eran sólo 6.000). Las
dimensiones de las construcciones eran cada vez más grandes, y comienzan
a destacar las fallas de Na Jordana, el Pilar, la Merced y Convento
Jerusalén- Matemático Marzal, entre otras.
Con la llegada de la democracia los políticos pasaron a convertirse en
“ninots” con asiduidad. Los castillos de fuegos artificiales dejaron de
hacerse en la Plaza del Ayuntamiento en 1987 y pasaron al cauce del Río
Túria donde hay más espacio. La “plantà” pasó a realizarse la noche del
15 de marzo y la “Nit del Foc” la del 18. El resto de la historia de las
fallas lo siguen haciendo los falleros, que hacen todo lo posible para
adaptar la fiesta a los nuevos tiempos.
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