Vicente descendía de una familia consular de Huesca, y su madre, según algunos, era hermana del mártir San Lorenzo. Estudió la carrera eclesiástica en Zaragoza, al lado del obispo Valero, quien por su falta de facilidad de expresión, lo nombró primer díacono para suplirle en la sagrada cátedra.
Paralelamente, el emperador Dioclesiano había decratado una de las más crueles persecusiones contra la Iglesia, y que fue aplicado por Daciano en España. Las cárceles, que estaban reservadas antes para los delincuentes comunes, pronto se llenaron de obispos, presbíteros y diáconos. Al pasar Daciano por Barcelona, sacrifica a San Cucufate y a la niña Santa Eulalia. Cuando llega a Zaragoza, manda detener al obispo y a su diácono, Valero y Vicente, y trasladarlos a Valencia. Allí se celebró el primer interrogatorio. Vicente responde por los dos, intrépido y con palabra ardiente. Daciano se irrita, manda al destierro a Valero, y Vicente es sometido a la tortura del potro. Su cuerpo es desgarrado con uñas metálicas. Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a la abjuración. Vicente rechazaba indignado tales ofrecimientos. Daciano, desconcertado y humillado ante aquella actitud, le ofrece el perdón si le entrega los libros sagrados. Pero la valentía del mártir es inexpugnable. Exasperado de nuevo el Prefecto, mandó aplicarle el supremo tormento, colocarlo sobre un lecho de hierro incandescente. Nada puede quebrantar la fortaleza del mártir que, recordando a su paisano San Lorenzo, sufre el tormento sin quejarse y bromeando entre las llamas. Lo arrojan entonces a un calabozo siniestro, oscuro y fétido "un lugar más negro que las mismas tinieblas", dice Prudencio. Luego presenta el poeta un coro de ángeles que vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores, y alegran las tinieblas con sus armonías. Hasta el carcelero, conmovido, se convierte y confiesa a Cristo. Daciano manda curar al mártir para someterlo de nuevo a los tormentos. Los cristianos se aprestan a curarlo. Pero apenas colocado en mullido lecho, queda defraudado el tirano pues el espíritu vencedor de Vicente vuela al paraíso. Era el mes de enero del 304.
Por orden del emperador romano Diocleciano (284-305), llega a Hispania el prefecto (gobernador) de la Cartaginense, Daciano (de origen griego), con la orden de reprimir a los cristianos. Diocleciano había firmado un edicto por el cual todos los habitantes del imperio deben adorar al emperador como si de un Dios se tratara.
Daciano ante la negativa de Vicente y Valero de adorar al emperador se los lleva arrestados a la colonia romana de "Valentia" (Valencia), ya que no se atrevía a juzgarlos en Zaragoza ante la gran simpatía que levantaban ambos. Valentia por aquel entonces era una ciudad todavía poco o nada cristianizada.

Vienen a Valencia arrestados y a pie y en condiciones lamentables. Antes de entrar en la ciudad, los romanos quisieron pasar la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio. Derribada aquella posada, la columna se conserva en la Iglesia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles.
En el juicio el obispo Valerio que tenia dificultad en el habla (se cree que era tartamudo) encarga a Vicente que hable por ambos. Durante el mismo Valerio es desterrado, mientras que a Vicente lo somete a tortura para provocar su apostasía (potro o ecúleo, garfios, tenazas y fuego).
Dice Vicente "Hay dentro de mi Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, integro y exento de dolor. ¡Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mi, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A este, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna y sumiso a sólo Dios"
Daciano dijo: Sacad de aquí al obispo, pues es justo que sufra la pena del destierro, por haber despreciado el edicto imperial. Más a este rebelde hay que someterle a más duros tormentos. Sujetadle al potro, y allí descoyuntadle los miembros y desgarradle todo el cuerpo. Que pase a la tortura de ley y recorra los más dolorosos tormentos y, si tanto tiempo dura su alma, por lo menos que se rinda su cuerpo entre los suplicios. Mientras viva no puede ése vencerme a mí. Bajado entonces Vicente del caballete, fue llevado por los verdugos al suplicio del fuego. Pero Vicente, con más pertinaz confesión que de principio seguía confesando a Cristo Señor.
Vicente, vuelto hacia Daciano, dijo: "Hasta ahora todo tu discurso se ha dirigido a invitarnos a renegar de la fe; pero has de saber que nosotros profesamos el culto de la religión cristiana y nos declaramos servidores y testigos del único Dios verdadero, que permanece por los siglos".
Por último es enviado a prisión, a una celda llena de vidrios rotos. Allí recibe una aparición evangélica, narrada en las "Actas de su Pasión" así como por el poeta hispano Aurelio Prudencio. "Un coro de ángeles vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonías (Prudencio)
Ya no quedaba parte alguna entera del cuerpo de Vicente, una llaga renueva a otra llaga. Pero el siervo de Dios, firme en la fe, levantados los ojos al cielo, oraba al Señor. Enterado Daciano de esto exclamó: "Estamos vencidos. Sin embargo, un suplicio queda todavía: buscad un lugar tenebroso, separado de toda luz, condenado a eterna noche, una cárcel dentro de la propia cárcel. Esparcid por el suelo pedazos de puntiagudas tejas, a fin de que cualquier parte que toque su cuerpo, se clave en las ásperas puntas. Dejadle encerrado en las tinieblas, a fin de que ni con los ojos respire a la luz. No quede allí hombre alguno, para que no se anime ni con la compañía de palabra alguna. Todo esté cerrado y con los cerrojos echados".
Pero la noche de aquella cárcel es invadida de eterna luz, más radiante que el sol. La horrible soledad queda poblada por la multitud de ángeles, que le rodean como una muralla, y le consuelan en su tribulación.
Dice Prudencio describiendo la cárcel de San Vicente "Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates". "Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra".
¿Qué más podemos hacer? Estamos vencidos. LLevadle a un lecho de blandos colchones. No quiero hacerlo más glorioso, si le hago morir entre los tormentos. Que tras curar sus heridas sea de nuevo torturado.
Si no puedo vencerle vivo, le castigaré, por lo menos, muerto. Arrojadle a un campo raso, sin nada delante que lo defienda, para que el cadáver consumido por fieras y aves, no deje rastro de sí, no sea que los cristianos, recogiendo sus reliquias, lo veneren como mártir.
Pienso que ya ni muerto le podré vencer. Ya que en tierra no pudo consumirse, sea sumergido en alta mar. Que por lo menos los mares encubran su victoria.
En prisión encuentra la muerte el 22 de enero del 304.
Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo, así en Valencia contamos con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado). También la Iglesia de Santa Mónica donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza. Según la tradición esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas y se encontraba en la calle Sagunto. Derribado el edificio la columna pasó a la Iglesia de Santa Mónica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir en la calle de la Ermita construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadáver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el "llit de Sant Vicent". Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso San Vicente Mártir.
Durante la dominación musulmana San Vicente de la Roqueta era lugar de peregrinación de la población mozárabe de Valencia, pero en tiempos de Abderraman I (755-788), ante la posibilidad de que los restos del santo fueran profanados, fueron llevados en secreto al Cabo de San Vicente, en Portugal donde se pierde su memoria histórica o legendaria. O tal vez sencillamente fueron ocultados en algún lugar secreto de la ciudad o alrededores donde con el paso del tiempo se ha perdido la memoria.
Cuando el rey Jaime I el Conquistador puso sitio a la ciudad de Valencia, estableció su campamento en Ruzafa, y uno de los primeros lugares que ocupó militarmente fue la iglesia de San Vicente de la Roqueta (extramuros de la ciudad musulmana). Suyas son las palabras que dicen que San Vicente es el santo protector de la reconquista de Valencia.
En un documento fechado el 16 de junio de 1263 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón se dice: Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos".
Junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta, el rey mandaría construir un hospital de peregrinos, pondría bajo su protección el templo y mandaría que el estandarte o pendon (penó de la conquesta) que hicieron ondear los musulmanes sobre las murallas de la ciudad en señal de rendición quedara depositado en este templo.
Daciano ante la negativa de Vicente y Valero de adorar al emperador se los lleva arrestados a la colonia romana de "Valentia" (Valencia), ya que no se atrevía a juzgarlos en Zaragoza ante la gran simpatía que levantaban ambos. Valentia por aquel entonces era una ciudad todavía poco o nada cristianizada.
En el juicio el obispo Valerio que tenia dificultad en el habla (se cree que era tartamudo) encarga a Vicente que hable por ambos. Durante el mismo Valerio es desterrado, mientras que a Vicente lo somete a tortura para provocar su apostasía (potro o ecúleo, garfios, tenazas y fuego).
Dice Vicente "Hay dentro de mi Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, integro y exento de dolor. ¡Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mi, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A este, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna y sumiso a sólo Dios"
Daciano dijo: Sacad de aquí al obispo, pues es justo que sufra la pena del destierro, por haber despreciado el edicto imperial. Más a este rebelde hay que someterle a más duros tormentos. Sujetadle al potro, y allí descoyuntadle los miembros y desgarradle todo el cuerpo. Que pase a la tortura de ley y recorra los más dolorosos tormentos y, si tanto tiempo dura su alma, por lo menos que se rinda su cuerpo entre los suplicios. Mientras viva no puede ése vencerme a mí. Bajado entonces Vicente del caballete, fue llevado por los verdugos al suplicio del fuego. Pero Vicente, con más pertinaz confesión que de principio seguía confesando a Cristo Señor.
Vicente, vuelto hacia Daciano, dijo: "Hasta ahora todo tu discurso se ha dirigido a invitarnos a renegar de la fe; pero has de saber que nosotros profesamos el culto de la religión cristiana y nos declaramos servidores y testigos del único Dios verdadero, que permanece por los siglos".
Por último es enviado a prisión, a una celda llena de vidrios rotos. Allí recibe una aparición evangélica, narrada en las "Actas de su Pasión" así como por el poeta hispano Aurelio Prudencio. "Un coro de ángeles vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonías (Prudencio)
Ya no quedaba parte alguna entera del cuerpo de Vicente, una llaga renueva a otra llaga. Pero el siervo de Dios, firme en la fe, levantados los ojos al cielo, oraba al Señor. Enterado Daciano de esto exclamó: "Estamos vencidos. Sin embargo, un suplicio queda todavía: buscad un lugar tenebroso, separado de toda luz, condenado a eterna noche, una cárcel dentro de la propia cárcel. Esparcid por el suelo pedazos de puntiagudas tejas, a fin de que cualquier parte que toque su cuerpo, se clave en las ásperas puntas. Dejadle encerrado en las tinieblas, a fin de que ni con los ojos respire a la luz. No quede allí hombre alguno, para que no se anime ni con la compañía de palabra alguna. Todo esté cerrado y con los cerrojos echados".
Pero la noche de aquella cárcel es invadida de eterna luz, más radiante que el sol. La horrible soledad queda poblada por la multitud de ángeles, que le rodean como una muralla, y le consuelan en su tribulación.
Dice Prudencio describiendo la cárcel de San Vicente "Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates". "Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra".
¿Qué más podemos hacer? Estamos vencidos. LLevadle a un lecho de blandos colchones. No quiero hacerlo más glorioso, si le hago morir entre los tormentos. Que tras curar sus heridas sea de nuevo torturado.
Si no puedo vencerle vivo, le castigaré, por lo menos, muerto. Arrojadle a un campo raso, sin nada delante que lo defienda, para que el cadáver consumido por fieras y aves, no deje rastro de sí, no sea que los cristianos, recogiendo sus reliquias, lo veneren como mártir.
Pienso que ya ni muerto le podré vencer. Ya que en tierra no pudo consumirse, sea sumergido en alta mar. Que por lo menos los mares encubran su victoria.
En prisión encuentra la muerte el 22 de enero del 304.
Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo, así en Valencia contamos con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado). También la Iglesia de Santa Mónica donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza. Según la tradición esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas y se encontraba en la calle Sagunto. Derribado el edificio la columna pasó a la Iglesia de Santa Mónica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir en la calle de la Ermita construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadáver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el "llit de Sant Vicent". Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso San Vicente Mártir.
Durante la dominación musulmana San Vicente de la Roqueta era lugar de peregrinación de la población mozárabe de Valencia, pero en tiempos de Abderraman I (755-788), ante la posibilidad de que los restos del santo fueran profanados, fueron llevados en secreto al Cabo de San Vicente, en Portugal donde se pierde su memoria histórica o legendaria. O tal vez sencillamente fueron ocultados en algún lugar secreto de la ciudad o alrededores donde con el paso del tiempo se ha perdido la memoria.
Cuando el rey Jaime I el Conquistador puso sitio a la ciudad de Valencia, estableció su campamento en Ruzafa, y uno de los primeros lugares que ocupó militarmente fue la iglesia de San Vicente de la Roqueta (extramuros de la ciudad musulmana). Suyas son las palabras que dicen que San Vicente es el santo protector de la reconquista de Valencia.
En un documento fechado el 16 de junio de 1263 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón se dice: Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos".
Junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta, el rey mandaría construir un hospital de peregrinos, pondría bajo su protección el templo y mandaría que el estandarte o pendon (penó de la conquesta) que hicieron ondear los musulmanes sobre las murallas de la ciudad en señal de rendición quedara depositado en este templo.
Vicente fue colocado en una cruz en aspa y torturado en el potro, después en la catasta donde le rompieron los huesos, le azotaron, le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Luego fue desollado y colocado en una parrilla en ascuas. Más tarde arrojado a prisión donde falleció.
Tirado a un mudalar (basurero) fue defendido por un cuervo, por lo que Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino, pero milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cercana a Portus Sucronis (actual Cullera), donde una mujer llamada Jónica (Ionicia) lo escondió hasta que en el año 313 Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, pudiendo recibir entonces sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta. Sobre el lugar donde según la tradición las olas del mar devolvieron el cuerpo de san Vicente a tierra, se levanta una ermita conocida con el nombre de Ermita de San Lorenzo.
En la Catedral de Valencia se conserva el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diócesis de Padua (Venecia) el 22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la Capilla de la Resurrección situada detrás del Altar Mayor.
El camino que realizó San Vicente Mártir desde Zaragoza (Caesaraugusta) pasa por Cariñena, Daroca, Forcall, Morella, Traiguera, donde enlaza con la Via Augusta hacia Sagunto y Valencia y se supone que se realizó a finales de diciembre del 303 o primeros de enero del 304. En total entre 750 y 800 kilómetros hechos a pies en pleno invierno.
Tirado a un mudalar (basurero) fue defendido por un cuervo, por lo que Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino, pero milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cercana a Portus Sucronis (actual Cullera), donde una mujer llamada Jónica (Ionicia) lo escondió hasta que en el año 313 Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, pudiendo recibir entonces sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta. Sobre el lugar donde según la tradición las olas del mar devolvieron el cuerpo de san Vicente a tierra, se levanta una ermita conocida con el nombre de Ermita de San Lorenzo.
En la Catedral de Valencia se conserva el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diócesis de Padua (Venecia) el 22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la Capilla de la Resurrección situada detrás del Altar Mayor.
El camino que realizó San Vicente Mártir desde Zaragoza (Caesaraugusta) pasa por Cariñena, Daroca, Forcall, Morella, Traiguera, donde enlaza con la Via Augusta hacia Sagunto y Valencia y se supone que se realizó a finales de diciembre del 303 o primeros de enero del 304. En total entre 750 y 800 kilómetros hechos a pies en pleno invierno.
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