Unificación alemana
Antes de la formación de un estado nacional unificado, el territorio de Alemania se encontraba dividido en un mosaico político formado por 39 estados. Entre ellos destacaban, por su importancia económica y política, Austria y Prusia.
Sin embargo, el liberalismo era una gran amenaza para las intenciones monárquicas de Austria y Prusia, por lo que crearon alianzas para el control gubernamental de cada nación:
- La Santa Alianza. El tratado fue firmado el 26 de septiembre de 1815, por el emperador Francisco I de Austria, el rey Federico Guillermo III de Prusia y el zar Alejandro I de Rusia, que fue su principal promotor. Estas tres potencias estaban unidas por una Santa Alianza. Aunque éste era un asunto político, tenía mucho que ver con lo religioso, puesto que la idea de este acuerdo era completar el proceso de restauración y pacificación de Europa ,pero a través de ideas cristianas tanto en asuntos internos como externos. A este acuerdo se unieron después otros reinos europeos.
- La Cuádruple Alianza (no debe ser confundida con la alianza de países liberales creada precisamente para oponerse a la Santa Alianza). Estaba formada por la Santa Alianza, a la que se sumó Inglaterra. Su principal promotor fue el premier británico Castlereagh. Las bases fueron, entre otras, mantener incluso por la fuerza los cambios impuestos por el Congreso de Viena y vigilar las ideologías liberales.
- La Quíntuple Alianza. En esta alianza participaron las cuatro potencias y Francia, que había recuperado su monarquía. Su principal promotor fue Metternich. El tratado fue firmado en 1818. Con esta alianza se buscaba acabar con cualquier movimiento liberal que perjudicara al sistema monárquico. Esto proporcionaba a las alianzas la capacidad de intervenir en cualquier nación si era necesario.
En lo económico, Austria era un país que no contaba con recursos ni con una burguesía poderosa capaz de lograr un desarrollo industrial propio. El mantenimiento de un ejército y una administración que garantizasen la unidad imperial le creó graves dificultades financieras. Prusia, en cambio, experimentó un desarrollo económico muy intenso, que hizo de ella el centro del crecimiento industrial de la región. El aumento de la producción de acero, carbón y hierro, en la segunda mitad del siglo XIX, así lo demostró.
Las comunicaciones —ferrocarriles, barcos de vapor, telégrafos— crecieron de tal modo, que permitieron la formación de un activo mercado económico. Además la población prusiana era mucho más homogénea que la austriaca, ya que no existían pueblos tan diferentes en su lengua, religión y costumbres. El desarrollo económico prusiano tuvo otras consecuencias: la consolidación de una burguesía industrial, aliada a los terratenientes (junkers), y el predominio en su gobierno de ideas liberales, que buscaban la formación definitiva de un Estado nacional.
Unificación de Italia
La Unificación de Italia fue el proceso histórico que a lo largo del siglo XIX llevó a la unión de los diversos estados en que estaba dividida.La península Itálica en rous, en su mayor parte vinculados a dinastías consideradas «no italianas» como los Habsburgo o los Borbones. Ha de entenderse en el contexto cultural del Romanticismo y la aplicación de la ideología nacionalista, que pretende la identificación de nación y estado, en este caso en un sentido centrípeto (irredentismo). También se le conoce como el Resurgimiento (Risorgimento en italiano), e incluso como la Reunificación italiana (considerando que existió una unidad anterior, la provincia de «Italia» creada por Augusto, en la antigua Roma).
En la segunda fase se logró la unión del sur cuando Garibaldi, inconforme con el tratado entre Cavour y Napoleón, se dirigió a Sicilia con las camisas rojas, conquistándola y negándose a entregarla a los piamonteses; desde allí ocupó Calabria y conquistó Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Víctor Manuel II. Mediante plebiscitos, Nápoles, Sicilia y los Estados Pontificios se anexaron al reino de Piamonte y al futuro rey de Italia, Víctor Manuel II. El proceso de la unificación no fue producto de la voluntad popular pese a los plebiscitos convocados por Cavour, por tanto la acción del Estado se centró en la construcción de una nacionalidad italiana.
El papel conspirativo de la masonería o de los intereses de las distintas potencias europeas (concretamente el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, interesada en crear un fuerte antagonista a la enemiga Francia) también se han aducido como causa del «Risorgimento».1
El proceso es entendido, por algunos historiadores, también como la conquista de la aristocrática y rural Italia del sur (Nápoles, Sicilia) por parte de industrializada Italia del norte (valle del Po), influenciada por las potencias europeas como Francia y el Imperio de Austria (según ellos el proceso también puede interpretarse en el sentido de que el norte impidió el desarrollo del sur, propiciando la emigración y la perpetuación de su situación social).
Historiadores como Benedetto Croce ven el proceso como el que completó el Renacimiento italiano, interrumpido por las invasiones francesas y españolas de la Italia del siglo XVI. Este renacimiento nacional alcanzó -desde Florencia- todas las regiones habitadas por gente italiana (inclusive Sicilia y luego Istria y Dalmacia -como Italia irredenta- en el siglo XX).
En cualquier caso, el proceso fue encauzado finalmente por la casa de Saboya, reinante en el Piamonte (destacadamente por el primer ministro conde de Cavour), en perjuicio de otras intervenciones «republicanas» de personajes notables (Mazzini, Garibaldi) a lo largo de complicadas vicisitudes ligadas al equilibrio europeo (intervenciones de Francia y el Imperio de Austria), que culminaron con la incorporación del último reducto de los Estados Pontificios en 1870. El nuevo Reino de Italia continuó la reivindicación de territorios fronterizos, especialmente con el Imperio austrohúngaro (Trieste/Istria/Dalmacia y el Trentino), que se solventaron parcialmente en 1919 tras la Primera Guerra Mundial (Tratado de Saint-Germain-en-Laye y expedición de Gabriele D'Annunzio).